Cristo era Gitano

26 Dic Cristo era Gitano

Publicado: 26 de diciembre de 2017

Por Ernesto Nieto

La iglesia es pequeña, modesta; tan modesta que a diferencia de la mayoría allí no se paga entrada. Está metida en el corazón del Albayzin, en la Granada de España, (pero Mora mucho antes que eso) y la encontramos casi por casualidad.

El entrar me encuentro en un ambiente oscuro, con las pinturas flamencas que adornan toda la lateralidad de la Iglesia, figuras alargadas, tristes, cargadas de colores oscuros. El Vía Crucis como nunca lo había visto. Pero al darme vuelta me impacta un enorme pesebre; no lo entiendo, me detengo; la iconografía me es familiar, pero la disposición, el colorido, el ambiente social no es el de nuestros pesebres. Un hombre ordena pequeños souvenirs para la venta a un costado. Me acerco respetuosamente a preguntarle. Cuando le digo, “¿dónde está el niño Jesús?” señalando el pesebre levanta sus ojos inmensamente negros y con desconfianza me dice…”el niño no nació…está allí” y me señala el altar. Me doy vuelta, la imagen me sacude, me saco la mochila y me siento.

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El cristo Gitano está allí, no está clavado en la cruz, no está muerto ni tampoco mirando los cielos; no tiene ningún cartel encima; el cristo Gitano está cargando la cruz caminando, vivo, vestido como rey y por encima de la corona de espinas tiene una de oro. no está desnudo, en sus ropas de Rey las telas son bordadas en oro. Me acerco, al Cristo Gitano le pesa la cruz, pero orgullosamente la lleva, sin ayudas, sin lágrimas, y también sin sangre.

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No puedo dejar de preguntar, y el hombre ahora mirándome con más detenimiento ante la inquisitoria es contundente “¿Que tú no sabes nada verdad?”, no soy de acá, vengo de otro país…”el Cristo como tú le dices no está en la Cruz, para nosotros es el Nazareno y es nuestro Rey; nosotros no le rezamos al muerto del madero, le rezamos y pedimos a nuestro Rey, que está vivo y no anda en harapos, un Rey Gitano nunca anda en harapos”

Ahora es más sencillo mirar nuevamente el pesebre con más detenimiento y descubrir formas y un orden social culturalmente determinado (como lo son todos). Arriba, alejados del mundo terrenal, milicias romanas ponen orden entre políticos y gente de buena vida; abajo en el mundo cotidiano hay una aldea de pastores, de mujeres, de trabajo rudo. En el centro del pesebre reyes magos que esperan, pero no son tres, son cuatro, el Rey Mago negro ubica el centro de la escena y es el único que porta una bandera, más lejos, y llegando en un carro tirado por elefantes se acerca un Rey/Califa de Asia. Es el cuarto, y sin dudas poderoso. Abajo y a la derecha está el puente, por allí se llega a donde está la Reina María, vestida como tal, con los brazos vacíos y un pesebre sin niño. Pero el puente no está solo, está custodiado por un Gitano que alumbra en la noche y hace de portero, luego dos gitanas hacen labores; todos ellos son los custodios de la Familia Real. José, el carpintero padre del niño que aún no ha nacido viste como Rey; María, la Reina Madre tiene muchos regalos esperando al que va a nacer justo el 25 de diciembre y no antes. Y los regalos no son de los Reyes, a quienes aún el Gitano portero no les ha permitido el paso. Una de las Gitanas que custodia la espera está cociendo con telas finas, el Nazareno, el futuro Rey que ahora está llevando la cruz, tendrá vestidos de lujo.

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En silencio respetuoso tomo unas pésimas fotos, y una vez más comprendo que el Cristo siempre se resiste, y al final es de los pobres del mundo. Es el de estos Gitanos que viviendo durante cientos de años en cuevas lo hicieron Rey, vivo, orgulloso, terrenal; como lo el de los pobres de Salvador de Bahía, que lo representan Esclavo y Negro, y hasta en algunas pinturas le ponen grilletes como las que traían sus abuelos de África. O es el de los pobres de Etiopía, que tienen todos sus Cristos muertos de hambre y siempre pidiendo limosna. El Cristo de los pobres del mundo no escucha ni lee demasiado las Sagradas Escrituras, se mete entre su gente y copia sus desdichas, sufre sus penas, comparte sus panes y sus vinos. Se viste como los pobres necesitan verlo y los perdona, siempre, de todos los males de este mundo. En algunos lugares, el Nazareno ni siquiera muere.

Me voy de la modesta Iglesia que no aparecen como una atracción turística; allí siempre hay música sonando de fondo, no son coros no, allí no suena Haendel ni Bach; este Nazareno escucha guitarras flamencas siempre.

  • Publicado en diario El Pueblo de Salto
  • Publicado en UyPress, Montevideo
Politólogo Ernesto
Politólogo Ernesto Nieto
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