25 Mar Democracia: sangre y poder hace 2600 años
Publicado: 25 de marzo de 2019
Politólogo Ernesto Nieto
Algunas cosas parecen que nos fueron dadas por la gracia de algún destino manifiesto. O quizás por los dioses, los del Olimpo o los que vinieron después. Por un proceso sencillo que podemos denominar como naturalización, algunas cuestiones se nos hacen inmanentes y permanentes cuando en realidad nada está más lejos de eso: las instituciones, las costumbres, la forma de organizar la sociedad, la economía o la política no tienen nada ni de natural ni mucho menos de sencillo.
La historia un poco imaginaria, otro poco real, que voy a describir podría bien comenzar como la saga de cualquier película o cuento fantástico, “hace mucho, pero mucho tiempo, en algún lugar de la antigua Grecia” y luego la trama seguiría más o menos así: en ese lugar tan lejano en el tiempo, donde no había celulares, ni freezer para conservar los alimentos, ni aviones o buses para trasladarse, o Facebook para conocerse, ni periódicos para informarse, una sucesión de generaciones creó lo que algún tiempo después comenzó a llamarse democracia. ¿Pero qué era esa cosa que ellos denominaban democracia?
Según varios historiadores -lo más parecido hasta ahora que tenemos a los viajeros en el tiempo-, la antigua Grecia estaba dividida en tres grandes grupos sociales, los eupátridas, los demiurgos y los geomoros. Los primeros eran los nobles, los que podían vivir sin trabajar y tener diversos beneficios, los segundos los artesanos y los terceros los campesinos. Como vemos, hasta aquí no hay nada demasiado novedoso sobre todo si además agregamos que una parte importante de la población eran esclavos y como veremos, no calificaban para la conformación de un nuevo orden social. En algún momento hace algo más de 2600 años, la relación y el equilibrio de poder entre los tres grupos sociales se hizo insostenible: los eupátridas, cumpliendo con el designio de su clase, se convirtieron en unos verdaderos abusivos abusones. Ni tontos ni lentos, los demiurgos se unieron a los geomoros y después de realizar linchamientos y asesinatos varios, – ¿tampoco nada nuevo ni entonces ni ahora verdad? – conformaron una especie de alianza.
Los griegos de ese entonces le llamaron Demos, a esa palabra se la tradujo siempre como “pueblo”. La demo-cracia, desde ese lejano momento es reconocida como el poder -cratos- del pueblo -demos-. Como vemos, ese poder fue el de aliarse, revelarse, y tomar literalmente una serie de decisiones drásticas contra los poderosos de parte de los grupos oprimidos. Luego de algunos años de convulsiones varias y de bastante sangre corriendo bajo las calles griegas comenzó a gestarse una interesante forma de equilibrar el poder y de dejar de eliminar al enemigo de clase. Algunos griegos decidieron comenzar a tomar decisiones de forma conjunta. Y allí la plaza de Atenas, hasta entonces el mercado por excelencia -el lugar donde la gente se encontraba y conversaba de cuestiones políticas, pero también de la nueva técnica de arado, del infortunio de algún vecino, o de las prendas novedosas traídas para la hija del noble- se transformó en el Ágora. El lugar donde reunidos en Asamblea los ciudadanos tomaban decisiones. ¿Y qué decisiones tomaban? De todo tipo, desde cuestiones muy prácticas como de qué forma dividir nuevos terrenos, pasando por cómo comerciar con las tribus vecinas, hasta otras más sensibles como a quién declararle la guerra o cuántos esclavos podría tener alguna de las familias nobles. Sin embargo, el nexo que los unía, el de la decisión colectiva, funcionó durante algunas décadas para equilibrar a los tres grupos sociales y permitir una convivencia menos sangrienta.
Por supuesto, no todos los habitantes de la ciudad eran civitas -ciudadanos-, es decir, no todos podían participar de la Asamblea del ágora, tener voz y tener voto. Después de todo estamos en el comienzo de la historia y no era justo para los griegos que las mujeres, los niños -hasta no tener barba suficientemente tupida-, los esclavos, los extranjeros y los más pobres de los pobres tuvieran esos derechos. Algo así como el 80% o más de la población no tenía esa nueva condición de ciudadano. Si podían opinar lo harían a una distancia prudencial del ágora, y si no estaban de acuerdo, su derecho al pataleo si limitaba al ámbito privado. Según algunos en esa Atenas vivían unas 3000 personas, solamente unas 600 eran ciudadanos.
Los griegos organizaron algunas reglas para poder llevar adelante esta nueva forma de ejercer el poder social, definieron cómo sería la asamblea, quiénes la podrían integrar, cuándo convocarla y para qué asuntos. Pero además para hacerlo crearon las primeras Constituciones, es decir, leyes y procedimientos de carácter público que establecían estos procedimientos y obligaban a los ciudadanos a ejercer determinadas acciones. Incluso fueron los primeros en determinar que muchas atribuciones se harían por sorteo -lo cual siempre nos puede hacer sospechar que ya por esos tiempos algunos ciudadanos no tenían demasiado entusiasmo en participar o tomar decisiones en los asuntos públicos- También esas Constituciones tenían mecanismos previsto de mayoría, es decir, cómo se iban a contar los votos y cuándo una de las posturas tenía supremacía sobre la otra. Todas estas reglas y procedimientos, escritos y estructurados, son las primeras instituciones formales que tuvo la democracia en la historia de la humanidad. Si lo miramos desde nuestro hoy del Siglo XXI pueden parecer poca cosa, si lo miramos comparativamente a otras civilizaciones de todo el mundo en ese tiempo, los griegos fueron ciertamente unos demócratas de avanzada.
Sin embargo, y aquí está el que me parece el mensaje más importante que podemos extraer de esta breve y ficcionada historia: siempre la organización de las sociedades relativamente complejas tuvo a diversos grupos disputando porciones de poder. La democracia fue el resultado del enfrentamiento cruento entre algunos de esos grupos, y postuló alternativas creativas y novedosas para tomar decisiones sin tener que matarse o quedarse con los bienes, esposas (que por entonces también eran una “propiedad”), territorios y esclavos del otro. En definitiva, desde el comienzo de los tiempos la democracia intentó servir para organizar un equilibrio social complejo y difícil de lograr. Un equilibrio que siempre es frágil e inestable y que tampoco a los griegos les funcionó por mucho tiempo.
- Publicado en El Pueblo de Salto
- Publicado en Uypress Montevideo