03 May Era en abril…
Publicado: 3 de mayo de 2021
Abril no se blindó porque no se blinda algo que no se cierra. Y cerrar implica tomar medidas mucho más severas en la movilidad que las que se han tomado hasta ahora. El informe del GACH del 29 de abril es contundente: sólo con la vacunación no alcanza a corto plazo para frenar el ritmo de contagios y la cantidad de fallecidos, al contrario, los casos pueden estar comenzando a crecer nuevamente.
En todo fenómeno social, y la pandemia es uno extraordinario, hay causas y consecuencias: si se agregan CTI, equipamiento, médicos, etc., estás combatiendo las consecuencias. Probablemente eso no sea de por sí un error, porque podría ser prevención necesaria. El error ha sido no combatir de lleno las causas de la movilidad. Si no se logra que la gente se quede en su casa el mayor tiempo posible no combatís la causa. Por supuesto, para hacerlo implica un nivel de gasto social mucho mayor al que se ha implementado hasta ahora, y tomar decisiones duras sobre movilidad y “libertades”.
Dejando de lado la vacunación, que por cierto estamos lejos de saber si se comenzó a tiempo y si se priorizó a los grupos etarios que se debían priorizar, el gobierno nacional sistemáticamente ha tomado medidas que van sobre las consecuencias de la enfermedad. No así sobre las causas. Estas medidas han sido muy pocas y sobre sectores reducidos de la población. Fue un gran acierto la conformación del GACH y tenerlo como guía y respaldo de las decisiones importantes. Pero es un profundo error no haber tomado debida nota de lo que dicho grupo viene marcando desde hace meses como necesario hacer.
Por otro lado, los efectos de la pandemia no solamente son durísimos en términos de vidas y enfermos. Como sociedad tenemos un problema que ya nos está golpeando a la puerta: el trauma social que tendremos en miles de compatriotas. Nadie pasa por esto sin consecuencias en su psiquis, no se pasa por esto gratuitamente. Tenemos un sistema de salud, vaya paradoja, que literalmente ya está estresado y lo estará aún más. Tendremos otro año cuasi perdido en la enseñanza. Cuando pienso en los cursos de la universidad, por segundo año consecutivo tendremos estudiantes que no conocen un salón de clases, que no pueden interactuar con sus compañeros o sus docentes en forma presencial. Tenemos una economía que sólo ha mantenido los “motores encendidos” para sectores puntuales. Ya hay más desempleo, subempleo y lo que es peor, ya hay más de 100.000 personas más por debajo de la línea de la pobreza. Hasta ahora a Keynes se lo ha citado, pero aplicado en cuenta gotas.
Y el peor de todos los escenarios: tenemos ya miles de familias en duelo y tendremos más. ¿Cuántos? Quizás no importa hoy determinar la cifra, pero ya son significativamente más de lo que muchos se imaginaban o proyectaban. Pero también tenemos por delante un proceso de deterioro de relaciones intrafamiliares que se manifiesta en las consultas psicológicas y psiquiátricas de todo tipo. También hay relaciones comunitarias severamente afectadas. Una sociedad se compone por pequeñas asociaciones y agrupaciones de todo tipo, son la esencia de la vida en comunidad. Hoy eso también se está perdiendo y aunque no se perciba es un daño colateral directo a nuestra calidad de vida.
En medio de todo eso, y como recurso que parece una luz en la oscuridad están los cientos de personas y de pequeñas organizaciones que en todo el país hacen lo posible por paliar la situación: ollas, merenderos, donaciones, hasta campañas para compartir wifi y que los estudiantes puedan tomar sus clases. Es un aliento, un faro que alumbra, esta claro que la solidaridad no es lo que nos puede sacar del infierno tan temido, ¡pero cómo ayuda!
A todo esto debemos agregar un elemento que no es menor. La polarización política en medio de la pandemia. La acentuación de la división, la exaltación de discursos confrontativos que antes que sumar, restan. Toda sociedad tiene momentos históricos en donde se la pone a prueba: allí es donde se debe trabajar juntos, pensar juntos y tomar decisiones juntos. Y eso no implica consensos, que son más una utopía que una realidad. Se trata de buscar un diálogo que permita incorporar a todos los sectores importantes y escucharse. Todos los actores generalmente tienen algo importante que decir, y muchas veces ideas sustantivas para llevar adelante. No es nada nuevo, pero sí algo difícil de implementar. En este sentido, hasta ahora, el sistema político no ha estado a la altura.
Hemos pasado por algunas frases que sonaban bien: una libertad responsable y quedarse en casa, luego una libertad solidaria y quedarse en una burbuja; hemos manejado perillas, encendido motores. En el medio algunos siguieron tocando el tamboril como si nada pasara o se manifestaron masivamente como si por el hecho de hacerlo los convirtiera en inmunes al virus. Otros cada vez que pueden organizan fiestas clandestinas y cobran entrada. O quizás lo que es peor aún, nos juntamos, abrazamos, tomamos del mismo mate casi como si nada fuera a ocurrir. En definitiva, creo que muchos de nosotros, se mire por donde se mire, no hemos estado a la altura de lo que un momento extraordinario exigía y exige. Seguramente, yo tampoco.
Por supuesto los niveles de responsabilidad no son los mismos, para organizarnos colectivamente y para poder vivir juntos hemos inventado el Estado, como la mayor concentración de poder de la historia, y a los gobiernos como sus conductores. En un tiempo habrá que ver si transformando la frase, hemos tenido la inteligencia arriba y la responsabilidad abajo.
Politólogo Ernesto Nieto
*Publicado en Uypress de Montevideo
*Diario El Pueblo de Salto