En defensa de la Polis

22 May En defensa de la Polis

Publicado: 22 de mayo de 2015

Vivimos en sociedad. Nuestra especie no sabe y no puede vivir en soledad. Desde el comienzo de los tiempos, sin importar el clima, el hábitat, o la forma cultural que adoptemos siempre vivimos agrupados. Algunas veces en unas pocas familias, con formas de arreglos reproductivos y estrategias de supervivencia muy disímiles a las que hoy conocemos. Otras veces vivimos en grandes ciudades, y hasta megalópolis que terminan desdibujando los límites y funden espacios saturados por nuestra demografía.

Politólogo Ernesto Nieto
Aristóteles, uno de los primeros pensadores de Occidente que se dedicó a hurgar en las razones profundas de la naturaleza política del ser humano llamó a esto el zoon politikón. Para él éramos más que nuestros parientes cercanos los animales por ser animales políticos, por esa capacidad de relacionarnos políticamente en nuestra forma de vida ciudadana, es decir, en las ciudades. Algunos de estos conceptos han tomado nuevos significados, otros han sido resignificados con el paso de los milenios, pero lo fundamental sigue siendo válido: somos animales políticos y sociales que nos relacionamos en nuestras (contemporáneas) ciudades.
Defender la Polis, es decir la ciudad, es defender la capacidad de convivencia que como estrategia ha permitido que nuestra especie tenga la mayor cantidad de habitantes vivos jamás vista en nuestra relativamente corta vida sobre el planeta.
El crecimiento acelerado de la población mundial es un fenómeno reciente. Hace unos 2.000 años, la población mundial era de aproximadamente 300 millones de personas. Fue necesario que transcurrieran más de 1.600 años para que la población mundial se duplicara y llegara a 600 millones de personas. Pero el salto poblacional lo dimos a partir de 1950, a raíz de reducciones en la mortalidad en las regiones menos “adelantadas”, lo cual redundó en una cantidad estimada en 6.100 millones de personas en el año 2000, casi dos veces y media la población de 1950. Actualmente somos más de 7.000 millones de habitantes. La enorme mayoría de nosotros viviendo en ciudades.
Si revisamos lo que nos pasa aquí y ahora, es decir en nuestra polis, encontraremos muchos fenómenos similares a los de las grandes ciudades del mundo, aunque no lo seamos. Pero simultáneamente también encontramos muchas pautas de convivencia que son herencia de un pasado rural y hasta pre moderno. Somos, como en muchos lugares de nuestra américa latina, una conformidad de diversidades, como se dijera en la década de los sesenta, somos la viva expresión de la heterogeneidad estructural. Tenemos estructuras modernas y pre modernas conviviendo en el mismo tiempo y espacio.
Podemos tener parte de la población sin acceso a algo tan elemental como un sistema eficiente de evacuación a la red de saneamiento, pero al mismo tiempo utilizando redes wifi que la conectan a las novedades mundiales de cualquier temática. Podemos tener carros tirados a tracción animal, y al mismo tiempo un pequeño dron sobrevolando para realizar tomas aéreas para el canal de televisión local. Podemos utilizar las redes sociales para exhibir las mejores fotos y clips de nuestros dirigentes políticos, y al mismo tiempo esos dirigentes estar repartiendo bebidas en abundancia para asegurarse el favor, es decir el voto, de parte del electorado. Vivir heterogéneamente supone un desafío explícito a nuestra convivencia.
Por una parte debemos lograr que nuestra polis garantice a todos accesos elementales y básicos, no solo de infraestructura, sino también como sujetos de derechos y de ciudadanía. Pero a su vez también debemos garantizar que quienes pueden y quieren hagan uso de todo el arsenal que la modernidad tardía y tecnológicamente dependiente nos entrega en dosis continuas de renovación mercantil. La única forma de lograr este doble desafío es tener una política que garantice nuestra convivencia, simultánea, en la polis. Asumiendo que el desafío en este siglo XXI tiene en la agenda temas propios, pero que aún nos quedan por resolver viejas demandas del siglo pasado. La polis, diversa, heterogénea, humana en definitiva, es nuestro hábitat. Defenderla, es defendernos.

Politólogo Ernesto
Politólogo Ernesto Nieto
ernesto@agora.com.uy